Seis metros de coche eléctrico Toshiba, bastante podrido,
se integraron en solo medio metro de chatarra y carne humana. Inmediatamente
autoridades, empresarios y medios inculparon a los cordobeses aduciendo que
anoche habían estado de carnaval y uno de ellos conducía la mochila Chapa 16,
quien habría apretado a destiempo la espoleta de freno causando la inmediata
muerte de los pasajeros que, ansiosos, se habían puesto justo en el primer
coche en el punto de mayor debilidad ante un choque. Encima, todos tuvieron la
mala suerte de tener trabajo y que no sea feriado ese día.
Horas después, se pudo saber que solo funcionaban 5
frenos (y mal), de los 8 que debía llevar el tren, pero eso no reorientó la
saña que habían puesto sobre el Conductor Córdoba, hacia los talibanes
gubernamentales, empresarios y tecnocráticos responsables de hacer que los
trenes funcionen perfectamente. No, ahí se callaron rápidamente todas las
voces. A dos semanas casi no se habló mas del tema. Aires de fiesta como si
hubieran llegado a Rosario en el Alta Velocidad corrían con las confirmaciones
de funcionarios y funcionales. La imprenta de billetes, la remake de las islas
y petroleras noticias sobraron para olvidar nuestro 22-F.
11-S, Nueva York en 2001; 11-M, Madrid en 2004; 7-J,
Londres en 2005. Todos tuvieron sus extensivas investigaciones. Se encontraron
ejecutores. Se entrevistaron ampliamente a víctimas y parientes. Se
multiplicaron recursos a nivel global para evitar nuevas masacres. Se
justificaron asesinatos extensivos de naciones so excusa de los atentados.
Nuestro 17-M en 1992 en la Embajada jamás se resolvió y
el 18-J en 1994 de la AMIA construyó la más despreciable fantochada jurídica
para que nada se resuelva. Apenas, plagó de murallas inútiles y miedo a algunos
argentinos. Ninguna de las dos tramas fue esclarecida. El 31-D de 2004, sin ser
hecho por terroristas, destapó amplísimas culpabilidades más allá de los
imbéciles que disparaban bengalas o quienes los arengaban. Cayeron
funcionarios, pero apenas algún perejil de décima línea quedó, apenas,
implicado en la cadena de culpas previas a la bengala. Los familiares y los
medios sostuvieron el tema. Hubo políticos que arriesgaron sus carreras
levantando las espadas acusatorias a un gobierno.
Cromagnón no se extinguió en la memoria. Inmediatamente
se clausuraron centros nocturnos en todo el País hasta que las normas de
seguridad previas y nuevas fueran puestas en marcha. Los 199 fallecidos y los
heridos por lo menos sirvieron para salvar, a futuro, a otros. Lo mismo que el
11-S para la seguridad global (de los imperios), nuestro 31-D sirvió a la
seguridad de los lugares públicos masivos y a la conciencia sobre ello.
El 22-F, el de la aniquilación masiva de pasajeros
trabajadores de día de semana en el tren sin mantenimiento que chocó en
Estación Once de Septiembre, no sirvió para cortar cabeza pública o privada
alguna. No tiembla la silla de nadie. Como si los bomberos habilitadores de
Cromagnón y los funcionarios del 31-D hubieran sido designados por el Juez como
peritos de la causa y controladores del resto de los boliches bailables.
El 22-F, más que la fecha de una tragedia masiva, ya es
la demostración del desprecio sistemático de funcionarios, técnicos y demás del
poder empresarial y gubernamental hacia los ciudadanos, especialmente, a los de
baja condición económica ¿Habría sido igual si el accidente hubiera ocurrido en
retiro con un tren proveniente de Tigre? No. Seguro que no y hay antecedentes
judiciales que demuestran esa hipótesis (Cuando la justicia obligó a poner aire
acondicionado por igual en el Sarmiento que en el Ramal a Tigre).
El conductor Córdoba entró tocando bocina al andén y, en
vez de pararse arriba del tablero para salvar un poco más su vida, tal el
piloto del DC9 de Austral del 12-O-97, se mantuvo aferrado a los mandos
tratando de recuperar el control
Los funcionarios, los técnicos responsables, los
controladores, los empresarios de aquel Tren Chapa 16, también se mantienen
aferrados a sus lapiceras y asientos, solo que despreciando la vida de cientos
de miles de personas que viajan (y otras que no pueden viajar), en los trenes
del País. Nada cambió. Todo EL MAL fue ratificado.
Isao Kaneko, presidente de Japan Airways, renunció el
8-5-05 luego de que varios aviones tuvieran problemas, no muertos. Antes, en
1984, el presidente de la misma línea renunció tras el accidente con 504
muertos de un 747 por defectos de reparación y exceso de decolajes. El
coordinador del mantenimiento mal realizado, se suicidó en 1985. No pedimos
tanto.
Mayo 6 de 2012 - Ingeniero White - Buenos Aires - Jorge
de Mendonça